domingo, 4 de julio de 2010

El Mundial, el punto medio y los argentinos.

El punto medio no existe pero sirve para marcar un Norte.

Los argentinos, lamentablemente, siempre somos extremistas. No hace falta,creo, que dé ejemplos de ello.

Luego de la triste eliminación ayer en el Mundial de fútbol, muchos ya se dividen entre quienes bancan a Maradona y quienes lo critican, haciendo leña del árbol caído. Pero, la realidad no es ni blanca ni negra.

El ciclo Maradona tiene (¿tuvo?) algo muy importante para rescatar: la motivación de jugar al tipo de fútbol con el cual más nos identificamos. Un fútbol bien sudamericano, ofensivo y donde los jugadores puedan explayar su talento infinito y de potrero con la pelota. El problema de tanta individualidad es que su componente de indisciplina hace que muchas veces se pierda la idea colectiva de juego. Por otro lado, tenemos al fútbol europeo, bien ordenado tácticamente, donde prima el funcionamiento colectivo y, muchas veces, el componente defensivo sobre el ofensivo. La desventaja que tiene este tipo de fútbol es la falta de ese toque de “magia” del cual reboza el sudamericano. El Hombre versus la Máquina sería una reducción capciosa pero no tan desacertada.

Ahora bien, ¿donde nos ubicamos nosotros?

Está visto que la rígida disciplina colectiva en experiencias anteriores no fue finalmente efectiva y, sobre todo, no la terminabamos de disfrutar como queríamos. Con el aprendizaje que nos da este Mundial, creo que también podemos decir que la solución no pasa por la mera acumulación de individualidades.

Por eso, capitalicemos entonces la experiencia: ni los extremos tácticos o individualistas deberían ser nuestro Norte. Busquemos, entonces, el punto medio, que no existe pero que nos puede marcar una idea de hacia donde queremos ir. Asumamos nuestra identidad, con sus virtudes y defectos, teniendo en claro, ya desde el vamos, que la misma pasa más por un lado de esa división inexistente que por el otro. Eso sí, sería sano que lo hagamos sin olvidar que también en el lado opuesto puede haber, a veces, razones más fuertes que las nuestras y que las mismas podrían enriquecernos si nos sacáramos las anteojeras de nuestro maniqueísmo.

PD: cualquier extrapolación que se quiera hacer con la realidad cotidiana de los argentinos es puramente intencional.

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