sábado, 17 de abril de 2010

Magia nipona para los oídos

Mono - Ashes in the Snow (de Holy Ground: NYC Live With The Wordless Music Orchestra)




Sencillamente perfecto...


Mono "Ashes In The Snow" from the Holy Ground DVD from Fred Pessaro on Vimeo.

sábado, 3 de abril de 2010

Atrapados por el hielo

Cierren los ojos y sientan el frío del mar de Weddell, el cual baña la península Antártica al oeste, las islas Orcadas al norte y la Tierra de Coats al este. Al sur se encuentra la barrera de hielo más grande del mundo, el conjunto Filchner-Ronne: 430.000 km2 de cubitos de hielo, uno al lado de otro.
El año es 1915 y el objetivo es claro: ser los primeros en cruzar por tierra la Antártida de un lado al otro, la que aún tenía mucho de la Terra Australis Incognita de la antigüedad. Para ello, están a bordo del Endurance, un rompehielos de roble macizo , de 43,9 mts. de eslora y 7,6 mts de manga (o largo y ancho si prefieren). La tripulación es un mix de ingleses, escoceses, irlandeses y otras nacionalidades del Imperio Británico, todos hombres rudos de mar.

Pero algo sale mal, el barco queda atrapado por el hielo antes de llegar al lugar donde los debían dejar para emprender la travesía trans-antártica. Ninguna de las maniobras que realizan permiten liberarlo de sus congeladas ataduras y no les queda más remedio que prepararse para pasar el invierno ahí. El barco deriva con la placa de hielo hacia el norte. Sólo queda esperar a que lleguen mejores temperaturas que descongelen el hielo y lo liberen. Así transcurren más de nueve meses. El mayor peligro es el efecto que la soledad y el aburrimiento pueden producir en la tripulación, gente disciplinada pero de pocas pulgas. Se organizan partidos de fútbol sobre el hielo, carreras de perro, obras de teatro y lo que sea para mantenerlos ocupados. De repente, todo se pone peor. La presión de las placas de hielo sobre el barco se vuelve más fuerte de lo que éste puede soportar y el barco se parte y empieza a entrarle agua. Deben abandonarlo pero tienen el tiempo suficiente como para poder rescatar de él provisiones y materiales que les permitan sobrevivir al crudo invierno antártico.

La situación dista de ser la ideal. Se encuentran sobre una placa de hielo a más de 500 kms. de tierra firme. Intentan llegar caminando pero desisten a los tres días. La misma presión que destrozó el Endurance hace que el terreno sea todo accidentado, con pedazos de hielo que se elevan más de tres metros. Resulta imposible avanzar con las provisiones que les asegurarían la supervivencia. No queda otra que acampar sobre el hielo y esperar a que éste se quiebre, producto del deshielo. Ahí podrán utilizar los tres botes salvavidas que pudieron rescatar del barco. El peligro es que la deriva los vaya alejando de tierra y los libere en el medio del océano más tempestuoso del mundo. Por eso, emprenden una segunda marcha a los dos meses de la primera. El resultado es el mismo aunque deben abortar un conato de rebelión. La tripulación ya se encuentra al límite.

Pasan cinco meses. El alimento escasea y deben sacrificar a los perros que los acompañaban desde el primer momento. Para muchos de estos hombres rudos, ése fue el peor momento de toda la expedición (y los entiendo).
El hielo se rompe inesperadamente y poco faltó para que se ahogaran. Finalmente, después de tanta espera, pueden largar al agua los botes. Navegar en ellos es una tarea casi imposible. Deben sortear los bloques de hielo que los quieren aprisionar y encontrar la vía que los lleve a aguas abiertas y les permitan navegar. Lo fundamental es que los tres botes no se separen. La temperatura es de 30 grados bajo cero, están hambrientos, empapados y congelados. Transcurren así seis días hasta que logran llegar a la isla Elefante, una isla de 27 kms de ancho por 47 de largo, casi cubierta totalmente de glaciares.Logran desembarcar en un lugar pero deben enseguida reembarcar para poder establecerse en otro más seguro a largo plazo.

Construyen con los botes una cabaña donde poder acampar y toman una decisión a la énesima potencia de la valentía: navegaran con otros cinco tripulantes uno de los botes hasta las islas Georgia del Sur, a 1300 kms de distancia y donde hay una estación ballenera a la que pedirle ayuda.El bote que utilizarán tiene 6,85 mts de eslora y es adaptado, dentro de las posibilidades, para emprender la dura travesía.
A los diez días de estar en la isla Elefante, parten hacia la aventura. Los esperan 14 días de las peores y tempestuosas condiciones que puede esperar un marino, vientos huracanados, mar recontrapicado con olas gigantescas, incluso una que casi los hunde para siempre. EL principal riesgo, no obstante, es errar el rumbo y seguir de largo de las islas. En ese caso, miles de kms. (y la muerte segura) los esperarían.

Logran llegar a las islas Georgia pero a un punto deshabitado. Están exhaustos, congelados y al límite de la resistencia. Se encuentran en la costa sur de la isla y los puestos balleneros, en la norte. Circunvalar la isla es una tarea imposible por el estado del mar y, fundamentalmente, de la mayoría de los tripulantes. La opción elegida es atravesarla por tierra. Van tres (aunque sentirían que alguien más los acompañaba, cuidándolos) y les lleva 36 horas de caminata continua, a través de glaciares y montañas desconocidas, llegar hasta Husvik, el destino con la salvación tan añorado. Los balleneros noruegos cuando los ven no lo pueden creer.

No hay tiempo para extensas recepciones, lo primero es recoger a los tres dejados atrás al otro lado de la isla y, tan sólo tres días después, emprenden el primero de los intentos para socorrer a los varados en la isla Elefante. Al igual que los dos siguientes, el hielo les impedirá llegar. Recién en el cuarto, con el vapor chileno Yelcho, podrán finalmente rescatarlos. Pasaron poco más de cuatro meses desde que los dejaran y diecinueve desde que fueron atrapados por el hielo.
Abran los ojos y mirense al espejo: son Ernest Shackleton. Sientan el orgullo, se lo merecen. No tuvieron ni una sóla baja.