viernes, 31 de diciembre de 2010

Disquisiciones ecológicas

Hoy existe una mayor conciencia respecto al cuidado del medio ambiente. En mayor o menor medida, todos tomamos algún tipo de recaudo para no dañar tanto al planeta.

Ahora bien, ¿sirve de algo que nosotros ahorremos mientras que otros derrochan? ¿Acaso no estamos precisamente ahorrando para que estos otros puedan malgastar el recurso escaso?

Digo, que miles desconectemos el stand by de todo artefacto electrónico dando vueltas por ahí no es acaso lo que permite que miles de oficinas permanezcan iluminadas vacías durante horas?

O sea, ¿estoy ahorrando un recurso escaso para que ellos lo gasten?

¿Sirve de algo que haga todas estas disquisiciones y no haga nada concreto?

Tampoco

jueves, 30 de diciembre de 2010

"Solo se volverá clara tu visión

cuando puedas mirar

en tu propio corazón.

Porque quien mira hacia fuera, sueña

Y quien mira hacia dentro, despierta."

Carl Jung

miércoles, 29 de diciembre de 2010

¿Quién sabe si es bueno o malo?

El caballo de un campesino se escapó. Ante la conmiseración de su vecino, el campesino le dijo: "¿Quién sabe si es bueno o malo?". Y tuvo razón, porque al día siguiente el caballo regresó acompañado de caballos salvajes con los cuales había trabado amistad. El vecino reapareció, esta vez para felicitarlo por el regalo caído del cielo, pero el campesino repitió: "¿Quién sabe si es bueno o malo?". Y otra vez tuvo razón porque al día siguiente su hijo trató de montar uno de los caballos salvajes y se cayó, rompiéndose una pierna. El vecino volvió a mostrar su pesar, y recibió nuevamente la anterior pregunta: "¿Quién sabe si es bueno o malo?". Y el campesino tuvo razón una cuarta vez, porque al día siguiente aparecieron unos soldados para reclutar al hijo, pero lo eximieron por encontrarse herido.

(Adaptado a partir de "Las religiones del mundo", de Huston Smith)

domingo, 26 de diciembre de 2010

Aviso para los poseedores de felinos

No digan que no les avisé que son parte de una gran mentira:

Los esclavos - Jacques Sternberg

En el comienzo, Dios creó al gato a su imagen y semejanza. Y, desde luego, pensó que eso estaba bien. Porque, de hecho, estaba bien. Salvo que el gato era holgazán y no deseaba hacer nada. Entonces, más adelante, después de algunos milenios, Dios creó al hombre. Únicamente con el objeto de servir al gato, de darle al gato un esclavo para siempre. Al gato, Dios le había dado la indolencia y la lucidez; al hombre, le dio la neurosis, la habilidad manual y el amor por el trabajo. El hombre se dedicó de lleno a eso. Durante siglos construyó toda una civilización basada en la inventiva, la producción y el consumo intenso. Una civilización que, en suma, escondía un único propósito secreto: darle al gato cobijo y bienestar.

Es decir que el hombre inventó millones de objetos inútiles, y por lo general absurdos, sólo para producir los contados objetos indispensables para la comodidad del gato: el radiador, el almohadón, el tazón para la leche, el tacho con aserrín, el tapiz, la alfombra, la cesta para dormir y puede que incluso la radio, porque a los gatos les gusta mucho la música.

Sin embargo, los hombres ignoran esto. Porque lo desean así. Porque creen ser los bendecidos, los privilegiados. Tan perfectas son las cosas en el mundo de los gatos.